quinta-feira, 15 de abril de 2010

ESPACIO UTOPÍA ACTIVA: LECCIONES DE VIDA Y LUCHA

Entrevista con Hebe de Bonafini, presidenta de las Madres de Plaza de Mayo


La protesta de las Madres de la Plaza de Mayo creció. Más allá de las demandas por sus hijos, la organización cuestiona a todo el sistema de poder como responsable. Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación, apoya todas las luchas que en el mundo se emprenden, desde Génova hasta Bolivia.
"El joven debe politizarse; esa es la salida"
- ¿Cuáles son, en lo nuclear, los principios éticos que han sostenido su lucha de 24 años?
Primero, ponerle vida a la muerte, nuestro primer principio ético es luchar contra la muerte, a pesar de la muerte. Después, la coherencia: es la base de la ética; no negociar, absolutamente nada se negocia, y denunciar a quien hay que denunciar pese a todo y contra todo. Y el amor inmenso a nuestros hijos y el orgullo de tener los hijos que tenemos.
Usted, Azucena Villaflor y doce madres más se reunieron el 30 de abril de 1977 para escribir una carta. Usted ha dicho que se sintieron iguales, que ir a la Plaza de Mayo era sentirse iguales...
Hicimos una carta para Videla, y nos quedamos por eso, porque no había ningún escritorio de por medio, porque nadie preguntaba nada. Eso iguala mucho.
- 24 años después, ¿con quién más se han entablado identidades, con quién más se sienten iguales?
Con todos los que luchan y pelean, con los desocupados, los desposeídos, con la gente que toma tierras. Y la Plaza, todavía hoy y creo que para siempre, va a tener ese encuentro. Yo digo que en la Plaza se produce el único y verdadero encuentro, el único y verdadero milagro de la resurrección... Nuestros hijos resucitan cada jueves en la Plaza. Cuando yo entro y me ato el pañuelo, siento como un abrazo y necesito unos segundos para mí, para poder empezar a caminar.
Durante los juicios del 85, la desaparición no estaba tipificada como delito. ¿La pobreza, que ningún código penal señala como delito, es un crimen de Estado?
Es un crimen de lesa humanidad por el que nadie paga, pero yo siempre me he negado a que haya leyes por la desaparición. No nos tienen que hacer desaparecer; no tiene que existir la pobreza. Los pueblos no podemos dedicarnos a hacer leyes para condenar la pobreza, hay que condenar la riqueza.
- ¿Es otra "guerra sucia"? ¿Quién la pelea, con qué armas?
Los trabajadores, los desocupados, los piqueteros, las madres, los zapatistas, las FARC, los campesinos paraguayos, los cocaleros bolivianos... Se pelea contra los Estados Unidos, contra el FMI, contra los presidentes de nuestros países, que son sirvientes de ellos y, para nosotros, son enemigos. Hay que decirles lo que son sin miedo: si te golpean, es el precio por decir la verdad.
A mí me invitaron para discutir la democracia a un foro en Buenos Aires, un pequeño Davos. No los dejé hablar. Les dije lo que pensaba de la hipocresía, de que estuviéramos pobres por su culpa, que eran asesinos. Pero qué es esto de discutir la democracia rodeados de manjares, rodeados de champán, de riquezas. A los tres o cuatro días vinieron a mi casa y torturaron a mi hija.
- Más allá de la denuncia, ¿qué otras armas son válidas?
Hay que desnudarlos: tomamos la Catedral, una noche de oración para pedir trabajo digno. El obispo llamó al Presidente, el Presidente llamó al Juez, y el Juez a la Policía. Es una escalera de poderes que desnudas. El obispo dijo que nos teníamos que ir porque era su casa. Le dije: "suerte, usted que nunca trabajó tiene una casa tan grande, ¿cómo se la ha comprado?". Fuimos grupo de madres, y alrededor de la Catedral había 7000 efectivos.
- ¿La democracia, entonces, es un espacio agotado?
No sé si está agotado. Nunca la viví, no sé cómo es. Yo digo que es una señora rubia de ojos celestes que no la conozco. La que nos dibujan estos presidentes y estos políticos es una democracia de ellos, una de votar, de aceptar un parlamento de traidores, de negociadores, de corruptos. Si es así no la quiero, no me sirve. Sueño con participación, con igualdad, con niños felices, no con las caras tristes de niños viejos.
- ¿La "sociedad civil" existe o es un fantasma, inventado por el poder para tener con quién dialogar?
Esas son cosas que nos hacen creer: la sociedad civil que decide, la sociedad civil que elige. ¿Quién dice que elegimos a los candidatos? Los pintan en la pared y no sabemos ni quiénes son. Al poco tiempo ya ganó y no sabemos qué va a hacer. Vóteme, sígame... hay mucha hipocresía en llamarnos "sociedad civil".
- ¿La alternativa es resistir, solo resistir? ¿Cómo puede cambiar las cosas el enfrentamiento de un individuo contra el Estado?
La alternativa es que la gente y los jóvenes se preparen en política. En nuestra Universidad Popular, en la disciplina que elijan tienen que aprender política. No política partidista, sino qué es la política, qué es la solidaridad. Cuando consigamos muchos jóvenes que participen, hay que reconstruir todo eso que se mató. En Argentina faltan 30 000 personas, y en Latinoamérica se destruyó todo lo que había. Ahora el joven no tiene proyecto, le han hecho creer que todo se terminó, que el socialismo no existe. Y hay que repartir: el mundo no puede estar repartido entre unos poquitos, que tienen todo, y el resto, que no tiene nada. Pero lo que pasó en Génova fue muy importante: 300 000 jóvenes protestando, reaccionando. Donde hay sufrimiento, hay lucha.
- ¿Y se pelea por lo mismo, después de 30 años?
Sí, contra los planes económicos. Los chicos siempre tuvieron claro que la economía era la base más grande para someter a los pueblos.
- Los medios y la información son signos del presente. ¿Cuál es su papel en este escenario?
Los que luego privatizaron todo, primero compraron los medios, porque son los medios los que dicen que está bien hacerlo. Los medios fabrican, tienen mucho teatro para hacer, son inductores hacia un pensamiento, a que privatizar es mejor. La TV es parte de eso: te modela, te amasa, te muestra un modelo que no existe, cosas que no puedes comer, que no puedes adquirir.
- ¿Su postura radical influyó en la escisión de Madres, en el 86?
Las ocho compañeras que se fueron decidieron cobrar la reparación, seguir la lucha individual por su propio hijo, exhumar los cadáveres y hacer política. Una de ellas es candidata a senadora, otra a diputada. Nosotras no cobramos la reparación, no hacemos lucha individual sino que socializamos la maternidad -somos madres de todos-, reivindicamos a nuestros hijos como revolucionarios y no buscamos cadáveres por los cementerios, porque nuestros hijos no están muertos: nunca vamos a reconocer su muerte.
- ¿En qué punto la lucha de una madre por su hijo, que es lo que estuvo al principio, se convirtió en algo más grande?
Un hijo es lo más íntimo, lo más privado que una tiene, y socializar la maternidad es un paso muy fuerte. Lo primero fue quitar el nombre del hijo del pañuelo. Luego dejar las fotografías: si llevas la foto de tu hijo en el pecho, no luchas por todos.
Para llegar a eso era importante reivindicar a los hijos como revolucionarios. Había que asumir que no se los llevaron presos por nada, como se decía en los primeros días, por terror. Se los llevaron presos porque peleaban. ¿Quién no sueña con un mundo mejor? ¿A quién le puede gustar este mundo, esta perversión, que los niños se tengan que prostituir para llevar plata a su casa?
Todo esto te da muchas ganas de vivir. Yo tengo ganas de vivir, no de durar, como cuando era madre y tejedora, y mi mundo se acababa ahí. Aprendí que la vida de uno no vale nada si no está al servicio de otro. Y yo soy mucho más joven que el día en que se llevaron a mi primer hijo, cuando me sentí muy vieja y muy destrozada. Tenía 49 años. Ahora voy a cumplir 73, y tengo muchísimos años menos que antes.
                                                        Publicada por el diario "El Comercio" de Quito, Ecuador (2-09-01)



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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